¿Qué yo me contradigo?
Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? Yo soy inmenso, contengo multitudes
Walt Whitman
Mucho se habla y se ha hablado del “camino del medio”, esa sabia tibieza, esa templanza constante y consciente, ese habitar casi inhumano, casi santo, casi irreal. Desde algunas disciplinas búdicas hasta el zen de oficina, ni que decir de los plieges de miles de atractivas cuentas en la red, se pueden oír resonar esta propuesta de habitar el medio, el famoso medio: la serenidad hecha realidad, el equilibrio incuestionable.
¡Y qué bueno sería vivir ahí y quedarnos ahí para siempre ! ¡ en el nirvana de la mitad! Pero qué difícil puede ser a veces habitar ese ideal en medio de nuestras agitadas existencias. Qué logro tan tremendo puede ser alcanzar esa suerte de exclusivo nirvana donde poder soñar y vivir con la tibieza del medio. Mientras tanto, miramos a ambos lados de la vía, intentamos ubicar como locos una línea sin extremos, un punto de fuga en la mitad .
¿ Acaso no estamos todo en el tiempo en desequilibrio? ¿Acaso no estamos todo el tiempo luchando por no caer en la inercia del extremo, batallando por no quedarnos estancados en el extremo de nuestras emociones? Incluso la permanencia en la alegría y la felicidad es un bien pasajero, debe ser un bien pasajero, nadie soportaría semejante carga que conlleva la felicidad constante.

Enantiodromía natural
En el principio de polaridad psíquica de Carl Jung, ( con profunda influencia de los saberes Taoísmas) manifiesta la importancia de los opuestos en el mundo natural y en los laberintos de la psiquis humana. Este principio de enantiodromía proclama que la máxima exitacion y menor exitacion se encuentran dentro del mismo circuito energético, balanciandose entre extremos. Por esto, quizá pueda considerarse la polarización como necesaria, complementaria y vital. Nuestra vida es una constante lucha de extremos que necesitan y buscan la compensación frente a lo que carecemos.
Entiendo este principio, como una sana regulación, como un apostar por no morir en el mundo de las polaridades sino en apostar por no quedarse estancado en ellas. Evidencia que puede renovar la idea de un medio estable, por una visión más lógica y positiva de un medio que se mueve entre extremos, que se bifurca, que es activo y que nos ayuda a corregir la exageración. Un medio para los vivos …
¿Vencer o aceptar?
Porque lo que necesitamos talvez sea la danza, fluir, andar, viajar en el dinámico rumbo de la psique, aceptar que la pluralidad y el variado colorido de las emociones es parte esencial del decorado de la vida diaria. Desde esta danza, puede que nazca una gama de escrituras entre extremos, rica y creativa. Por antiodromia natural, el ejercicio de las polaridades emocionales, racionales, sentimentales o espirituales se puede convertir en aprendizajes simbólicos y vitales muy poderosos.
La cuestión sería: ¿preferiríamos el tedio del medio a la lucha constante de nuestras contradicciones? Talvez sí. Nadie desea agotarse en el esfuerzo por comprender y reflexionar sobre sus contradicciones; por eso, solemos soñar con el inalcanzable nirvana del medio, siempre huidizo, siempre frágil. Pero puede que sean nuestras contradicciones quienes alimenten la potencia del deseo o la pasión necesaria para vivir, quién sabe; puede ser que la contradicción interior sea es el alma que moviliza la vida y la amplifique, quién sabe.
Yo soy inmenso, contengo multitudes…
Entrar en esta danza de polaridades es aceptar que quizá el equilibrio esté ahí, en la constante ubicación de las cercanías con el medio, en ese intuirlo, palparlo, saber que existe, que está ahí: huyendo y acercándose continuamente, vivo y malsano al mismo tiempo, un medio demonio y medio ángel, medio infierno y medio cielo, un espacio sin medio. Somos también una sabia ambivalencia, una polaridad por integrar: la danza eterna entre el animus y el anima, entre volver e irnos, entre las sombras y las luces, somos la eterna tensión de una danza inagotable.
