Por: Aura Borrero ( autora Invitada)
Era 23 de junio de 2013. Por fin había llegado el tan anhelado momento. Habíamos coincidido meses atrás, en una date web site, él viudo, y yo sola después de 2 años de una dolorosa ruptura. Estaba ahí con mi vestido floreado y mis zapatos a tono, esperándolo. Atrás habían quedado esas largas llamadas vía Skype en las que, gracias a su vieja cámara, yo veía su borrosa silueta y Él no podía verme porque yo no tenía. Me costó mucho elegir ese outfit. Era la primera vez que me vería y seguramente esa imagen se quedaría grabada en su mente para siempre. Mi mirada no se apartaba de la pantalla que anunciaba los vuelos que arribaban y partían de la ciudad. Por fin el número del vuelo se hizo visible. Cuando leí que aterrizó, mi corazón se quería salir del pecho. Minutos después pude verle junto a la banda de equipaje a través de la pared de vidrio. Me preguntaba si era él. Sí, parecía aquella silueta de las fotos que me había enviado cuando me expresó su deseo de viajar a Colombia para conocerme. Mi mirada no se apartó de él. Tomó el equipaje y empezó a caminar lentamente hacia la puerta. Parecía no tener afán, mucho tiempo después entendí el por qué.
La puerta se abrió y ahí estaba él, sonriente, con su valija de 32 kilos, un maletín terciado y una coca cola en la mano. Su metro ochenta y algo cms de estatura lo hacían ver imponente como el Río de la Plata. Vestía jean y camisa manga larga a rayas blancas y grises. La piel blanca de su rostro se tornaba rojiza a causa de la temperatura caleña, se veía sofocado por el calor. Nuestras miradas se encontraron. Sus ojos verde oliva se posaron sobre mí y me indicaron caminar hacia el extremo donde finaliza la eterna barra que separa al viajero de quien le espera ansiosamente. Allí, maleta y maletín al suelo, tomó mi cara con sus manos grandes y me dió un beso; un beso de esos que te mueve el piso, que parecen llevar consigo unos cuantos vatios o mega vatios. Luego me abrazó tan fuerte que el aroma de su Jean Paul Gaultier se quedó en mi ropa.
Su primer regalo fue una selecta caja de alfajores Havanna. Habíamos hablado de tantas cosas, pero evidentemente no sabía que no soy amante del chocolate, cosa que le parecía antinatural ya que para él eran casi una adicción. Los días consiguientes tuve más tiempo para observarle, los años siguientes para conocerle. Su cabello entre cano y rubio, impecablemente cortado. Nariz grande, labios delgados, bonita sonrisa. Contextura grande, hombros angostos, que lamentaba haber heredado de su madre; piernas largas y delgadas. Talle XL, amante de los jeans, las camisas manga larga y las camisetas tipo polo. Prefería las zapatillas y la ropa de marca, era elegante como el tango. No toleraba los tradicionales zapatos de material, pero en ocasiones especiales los padecía, y asociaba la ropa barata con mala calidad. No tomaba bebidas alcohólicas pero era fumador. Había empezado desde la adolescencia cuando empezó su vida nocturna, algo de lo que no estaba orgulloso. Intentaba infructuosamente dejarlo atrás con chicles de nicotina y cigarrillo electrónico.

Era bueno con los números y las cuentas, tal vez porque desde niño ayudó en el almacén de abarrotes de sus padres. Desde muy joven empezó a sentir fascinación y admiración por los cajeros de los bancos, al verlos contar dinero tan ágilmente, cuando iba a hacer depósitos del negocio. Fascinación que lo llevó a elegir ese camino y hacer una vertiginosa y exitosa carrera de cajero a gerente de banco. Era muy organizado en sus finanzas. Después de muchos años decidió retirarse con un ventajoso arreglo, sin haber cumplido su edad de jubilación. Vivía sin afanes, no le daba bolilla al tiempo, no usaba reloj ni en su muñeca ni en su casa. Hacía siesta cada tarde. Caminaba despacio, como dice Shakira “con ese caminar pausado” aunque estuviera a punto de perder un vuelo. No hacía distinción entre los días de la semana, no dejaba nada para el domingo. Era Pincha Rata, hincha del Club Estudiantes de La Plata; de pocos amigos, los fue dejando perder con la vida. Conversador. Le gustaba bromear, escuchar música, viajar y conducir. El mar era su adoración. Era un buen nadador, podía pasar horas navegando ó simplemente sentado frente a él. Tenía varios trofeos de pesca deportiva. Odiaba el frío, por eso se había propuesto viajar en Julio y Agosto, a cualquier destino costero con mar y playas cálidas, para escapar del frío invierno argentino. Según él, la cigüeña debía dejarlo en el Caribe, pero la boluda se embolató y pasó de largo.
Era carnívoro. Amaba el asado, el argentino por supuesto! todos los demás eran truchos para él. También se deleitaba con una mila con fritas o con una colita de cuadril al horno, acompañada de papa y batata. Difícilmente se aventuraba a probar nuevos sabores, por lo que se autonombraba “asqueroso”. Nunca probó ningún plato colombiano ni entendió por qué comemos sancocho, pues para él era una comida de invierno. Aunque tarareaba algunas canciones colombianas, tampoco se aventuró a bailar salsa, decía tener 2 pies izquierdos.
Era un excelente padre, amoroso y protector. Un abuelo juguetón. Un hombre encantador, muy cariñoso, generoso, cuidador. Siempre atento, pendiente de mí, de lo que necesitara. Haciendo lo posible para que estuviera bien, para que no sufriera frío, calor, hambre, para que me sintiera como en casa. Buen amante, dedicado… complaciente. Excelente compañero y cómplice. Era tan dulce y pegajoso como el dulce de leche, la choco torta o el Flan mixto. Pero a veces podía ser como el mate amargo. Cuando sufría de insomnio era irritable. Los días grises que, a cuenta del otoño y el invierno, en Argentina son muchos, lo deprimían. Y si algo le molestaba no lo decía inmediatamente, podía dejar de hablar varios días ó hasta que, cual Mr Hyde, el enojo lo transformaba. El tono de sus ojos se oscurecía, su mirada tierna desaparecía y se tornaba agresiva, las líneas de expresión de su frente se acentuaban, su voz era cada vez más aguda y su boca no tenía filtros.

Cargaba con algunos fantasmas del pasado como la separación de sus padres, la enfermedad y muerte de su primera esposa, la persecución de la que fue víctima, que puso en peligro la vida de sus hijos; su adicción al tabaco que sembró la EPOC y su consecuente insuficiencia cardiaca. Muchas veces fantaseó haber llegado antes a mi vida y lamentó que no fuera así. Mi presencia en su vida convirtió mi propio pasado y la diferencia de edades en sus nuevos fantasmas, esos que traían de vez en cuando al desagradable Mr. Hyde.
Sin embargo, eso siempre terminó siendo un problema menor. Habernos encontrado nos llevó a vivir nuestra linda historia de amor. Si existe el hilo rojo nosotros estábamos a los extremos de uno, nos amamos con nuestras luces y sombras, éramos tan diferentes, pero juntos llegamos a ser como la Coca- Cola y el Fernet, como el café con pan. Fue mi amor bonito, mi dulce de leche. Es… mi eterno @mor argento!
Estimado lector, para tí este texto que nació del amor.
Soy Aura María, una mujer perfectamente imperfecta intentando vivir de la mejor manera lo que me reste de vida, haciendo lo que me gusta, entre otras cosas, escribir!
PD. Estos escritos son una muestra de ejercicios realizados en el taller de escritura: narrativas autorreflexivas una apuesta por lo cotidiano. Abril—Mayo 2023. Educación Continua. Pontificia Universidad Javeriana.