Por: Margot Cecilia Goméz Guerrero (autora invitada)
Soy una gota de lluvia que cae cuando hace mucho calor, soy una ola en el mar que toca a las familias, humedeciendo sus pies dulcemente.
Soy el viento en la cara que toca a su padre para saludarle. Soy una lágrima de despedida derramada por el ser querido que parte por un tiempo o eternamente.
Soy la risa compartida con los familiares y amigos en los dulces reencuentros, soy la memoria de una infancia feliz al lado de mi familia. Soy la añoranza de los buenos momentos compartidos.
Soy el sabor de un buen café en una charla amena y exquisita, soy el eco de muchas sonrisas, consejos, regaños por no escuchar las campanas que nos recordaban volver a clases en el colegio o ir a la iglesia.
Soy la nostalgia por mis amigas de adolescencia en el bachillerato. No supimos a qué horas se nos pasó el tiempo cuando logramos nuestro primer triunfo: Ser bachilleres. Añoro nuestras conversaciones en los descansos, nos sentábamos bajo el árbol más frondoso a comer nuestras meriendas y planear nuestras grandes presentaciones, bailes o cualquier pilatuna, eso sí evitando que nuestra coordinadora lo notara. Pequeñas preocupaciones nos agobiaban como entregar la tarea a tiempo, tener el uniforme bien planchado, hacer la vela con pitillos sin que ninguno se nos cayera, pasar las evaluaciones, llevar el artículo para el periódico mural, llegar muy puntuales, colorear los mapas como Linda, la artista de nuestra clase.
Soy una madre madura y satisfecha de que mis hijos estén logrando sus sueños, sólo espero que de verdad sean felices y que no me olviden, aunque es inevitable que las aves crezcan y vuelen del nido.
Soy tímida, inquieta, ansiosa, prudente, curiosa, alegre, detallista, elevada, habladora y me encanta viajar.
Con nostalgia recuerdo las travesías que organizaba mi padre, desde Valledupar a Los Palmitos, Sucre. Cuando llegábamos a Plato, Magdalena, tomábamos el ferry, con su ritmo pausado y su admirable resistencia. Viajo en ese ferry al pasado y me parece sentir el calor pegajoso que sólo se siente cuando vas navegando por el río, contrastado con el viento y las chispas de agua que te caen y sientes en la cara cuando viajas en chalupa; cualquiera de ellos, nos conducía a Sambrano, paseándonos por el inmenso río Magdalena, al que cada tanto se le perdían las orillas, al mirarlo no le veías fondo y era de color marrón, era imponente, a veces daba miedo. Luego pasábamos por el Carmen, Bolívar, más tarde por Ovejas, y finalmente llegábamos a mi querido terruño: Los Palmitos, Sucre. Antes de llegar al pueblo, veías un tanque aéreo rojo, que daba la bienvenida a propios y extraños. Este pequeño pueblo me vio crecer en las vacaciones de junio o diciembre, como su habitante ocasional. Allí no me conocían por mi nombre, sino, como la hija de Arturo.
Recuerdo las hermosas casas de palma y paredes con cañas de bambú y barro, totalmente frescas y amañadoras, con pisos muy altos, de colores pintorescos como el amarillo o rosado, con líneas azules, puertas de madera verde, grandes ventanales de madera semejaban las casitas de los pesebres. En la madrugada podías escuchar el canto de los tortolitos y otras aves, como si tu cama estuviera debajo del árbol donde estaban todas estas aves. ¡Qué paz y que tranquilidad! ¡así se debe sentir estar en el paraíso!
Soy la felicidad y el gozo de muchos juegos de beisbol compartidos con mis veinte primos, soy la expectativa de los cuentos de horror narrados bajo la luz de la luna, en el atrio de la iglesia, cuando aún no había luz en el pueblo y la gente dormía con las puertas abiertas.
Soy el olor a tabaco cuando ayudábamos a despuntar los puros, para que luego los empacaran y mis tíos los llevaran a Valledupar.
Soy el sabor del ajonjolí, el mote de queso y el pescado frito con yuca, el jugo de zapote, los dulces de leche, ñame y guandul (que es un tipo de fríjol). Soy la mezcla de muchos sabores y sensaciones que me han hecho persona.
Estoy en la edad en que puedo ser una espectadora del teatro de mi vida, no me gusta juzgar ni que me juzguen, no me gusta que me manden, prefiero ser independiente y amo mi libertad.
Soy una fiera cuando se trata de defender a los míos, me obsesiona un mundo justo para todos los seres humanos y dejar un mundo mejor para mis hijos y mi nieta, una hermosa niña que llegó para darle felicidad a mi vida, la miro y veo esperanza en el futuro de la humanidad.
Detesto la hipocresía, el egoísmo, la avaricia, el sacar provecho de los demás, los orgullosos de nada, sabiendo que somos una hormiga en el universo. Odio la astucia, las argucias, el chisme y los vicios de avaricia o tacañería. Todos los extremos son malos, como decía mi abuela: “ni tanto que alumbre al santo, ni tanto que lo queme”.
El dinero vale menos para mí que un buen amigo o un familiar que me necesite. Amo la vida y creo en el mañana, creo en la bondad, la esperanza, la amistad, el altruismo y el amor. Además, creo en el cambio para bien, creo en las segundas y terceras oportunidades, todos tenemos derecho a reivindicarnos.
Creo en la igualdad y en una sola raza mundial diversa, creo en una Babilonia con un solo lenguaje: el lenguaje de la paz y el amor.
De niños pensamos que el tiempo es eterno y que jamás creceremos, recuerdo las palabras de mi hijo menor diciéndome que no quería crecer. Yo tampoco quería crecer, deseaba ser siempre niña y conservar la seguridad de mi casa, mis papás y mis hermanos, mi escuela y mis vecinos, como duele crecer, por supuesto que te entendí, hijo mío.
Hoy, soy el tiempo detenido, la experiencia vivida, la calma al tomar decisiones, la sonrisa pausada y la mirada nostálgica de bellos momentos y personas que me esperan en otra dimensión; ciertamente espero volverlos a encontrar y charlar animadamente sobre todo lo acontecido, lo sufrido, lo logrado, lo gozado, lo extrañado, lo compartido, lo añorado y lo amado.
Deseo disfrutar de mi madre el tiempo que pueda, vaciar mi corazón de cualquier resentimiento y llenarlo solo de fe, esperanza, fortaleza y mucho amor.
El mañana es hoy, por eso quiero disfrutar mucho el hoy, que no me quede el remordimiento de no haber disfrutado de la vida con sus sabores y sinsabores.
“Gracias a la vida que me ha dado tanto” como dice la canción de Mercedes Sosa. Gracias a Dios por llevar cincuenta y tres años vividos, disfrutando de este paraíso terrenal, aunque todavía espero acompañar a mi familia y mis pocos amigos, quienes son mi segunda familia otros años más.
Espero haber dejado esperanza y optimismo en la que considero mi otra familia: mis estudiantes que me han acompañado en diferentes situaciones, de quienes he aprendido mucho y me han regalado su cariño, su amistad, su sonrisa, su optimismo, sus ganas de salir adelante y gran cantidad de ellos han cumplido sus sueños. Sólo faltó una palabra de ánimo para que ellos mismos lograran todo y más de lo que se habían propuesto.
Gracias por permitirme contribuir con un granito de arena en la construcción de su proyecto de vida. Gracias por su ejemplo, tenacidad, resiliencia y energía en todo su trabajo estudiantil, disculpen lo regañona o cansona que he sido cuando veía que se estaban desviando de sus objetivos, me tocaba de alguna forma llamar su atención.
Lamento la suerte de algunos que se dejaron envolver del medio violento y con mucha tristeza me tocó despedirlos para siempre y darle un sentido pésame a sus inconsolables madres, antes de que pudieran llegar a sus anhelados 18 años. Lamento mucho no haber podido llegarles a tiempo y no haber podido salvarlos de esas manos criminales, que los utilizaron y luego los desecharon como si no valieran nada. Gracias a todos ellos, me enseñaron que debemos estar más atentos a las señales, los gestos, los silencios, el miedo y la palabra no dicha.
Hoy estoy en otra institución, donde no saben quién soy, me juzgan, me preguntan, hacen suposiciones sobre mí, algunos son más amables, se han acercado para ayudarme y otros son indiferentes.
Empiezo a trabajar con nuevos grupos de jóvenes, espero poder ayudarlos a tener una esperanza en su futuro, que tengan un gran deseo de salir adelante en su estudio, espero poder brindarles mi conocimiento, que sientan hambre de triunfo y mucha pasión por lo que hagan.
Espero ser un grano de arena en la construcción de su proyecto de vida y contribuir en mejorar su experiencia de vida, para eso en especial creo que estamos los maestros.
Desnudo mi alma y dejo al descubierto quien fui, quién soy y quién puedo ser…estos lugares y personas descritas están incrustados en mi esencia.

PD. Estos escritos son una muestra de ejercicios realizados en el taller de escritura: narrativas autorreflexivas una apuesta por lo cotidiano. Abril—Mayo 2023. Educación Continua. Pontificia Universidad Javeriana.