La madre literatura

Zaidey Mejía (autora invitada)

Amo a mi mamá – mi mamá me ama.

Lo más bonito en mi infancia fue la casa de la abuela, todas las tardes sus cinco hijas solian sentarse de las dos a cinco de la tarde a hacerle la visita y acompañarla en su vejez. Llegada la hora se retiraban porque los esposos llegarían de su cotidianidad, nosotros siempre por lo regular, los hijos de sus hijas, estábamos allí hasta la llegada de nuestro colegio que era todo el día en estudio, mis primos los de sus hijos– me imagino estarían en casa de su abuelita con sus mamás. Su casa poseía una cocina muy grande donde siempre olía al barro cocido de los tiestos con comida calientita y el patio central de la casa era la luz que sostenía el cielo. Los corredores cada navidad se llenaban de pesebres dedicados a sus nietos (fuímos muchos, así que su casa era una romería de ovejas que cuidaban a los niños benditos). Siempre tenía un regalo para todos, una bendición a flor de boca y una conversa con un sentido de humor de una muchacha feliz. (Y es que su tarea le había quedado bien hecha, casada por más de 70 años logró posicionar a todos sus hijos como los cánones de la cultura lo establecían en una sociedad aún muy medieval como lo es Buga). La vi como la Santa Piedad cuando su hijo agonizaba en sus brazos. Amorosa lo envolvió en ellos y con ternura oraba a su Dios para entregarlo al descanso. Nunca se quejó, a pesar de enterrar al abuelo. Y sus hijos y nietos hace algunos meses a quien cuidaban de ella. Padecía de diabetes y tocó cortarle una pierna, allí nos enseñó que para estar bien bastaba el carácter y la templanza. Lucía gafas oscuras para tomar el sol, se aplicaba crema Pond’s antiarrugas, se maquillaba las cejas, el colorete y el carmín, se hacía peinar con su eterno globo, se ponía un lindo vestido porque el día merecía ser más bello que el anterior. Bebía ron y saludaba a sus plantas y a sus muertos con devoción y ambos florecían donde Dios los miraba. Ella olía a resguardo, a abrigo amoroso, pequeñita, silenciosa, estar en su cercanía colocaba baterías nuevas de familia a todos los suyos.

María del Carmen, a sus 103 años, partió con su mejor vestido a la fiesta bajo la hierba con su escapulario en la mano y un poco de nosotros en su corazón de pájaro de niebla. No pude abrazarla, no alcancé a llegar para que me diera su bendición, para olerla, ese recuerdo que llevo en mi interior, no pude decirle que la amaba, no logré estar allí, para sembrarla junto a mi abuelo, a mis tíos y a mis primos.

Zayde: Defensora del diario vivir oblativo de las mujeres de mi patria, mis escritos visibilizan su acción de sororidad, sonoridad y presistencia para forjar humanos buenos ciudadanos del mundo.

PD. Estos escritos son una muestra de ejercicios realizados en el taller de escritura: narrativas autorreflexivas para acompañar la vida. Año 2022. Educación Continua. Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

2 respuestas a «La madre literatura»

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