El viaje como fuga

Parte 1

“El tiempo del sedentario es el de la espera; el tiempo del nómada es el del relato”.

Jacques Attali

El viaje y sus innumerables intervalos de tiempo: momentos ansiosos e inciertos en salas de espera, en transportes varios y variados, la vida detenida en el proceso; se adelanta una sensación obtusa de encierros y convivencias obligadas, azarosas, con otros seres en igual condición, esperando llegar a algún lado. Todo se envuelve en una atmósfera de humores humanos que pueden desconcertar o hacer más perceptible la sensación de soledad.

En otros tiempos, cuando me creía una “pasajera en trance”  disfrutaba mucho estos intervalos, esta suspensión de la temporalidad habitual; sentía que nada me anclaba más a un sitio que otro, entonces era más sencillo vivirlos y consideraba estos momentos como una liberación. Deseaba quedarme en esa vida de tránsitos y esperas.

Con los años, y en viajes más solitarios que acompañados como este,  he sentido tortuosas las esperas al lado del enjambre humano. Entonces ya se siente cuestionado el destete elegido del hogar, la viciosa tendencia obligada o no a tener que irnos a algún lado. El viaje supone a veces despojar al aire nuestra naturaleza vulnerable, y mientras llegamos del lugar A al lugar B nos vamos observando efímeros, casi etéreos; situación que propicia el  balance obligado de pertenencias,  arraigos o  dependencias emocionales.

Ahora mismo, mientras despega el avión, observo a un trabajador con su Excel, a la profesora que califica sus exámenes “físicos” afanada; todos huimos del vacío como huimos del tiempo de las esperas, el vacío es perdida, desecho, no se puede permitir, hay que agotarse en la red de los oficios, porque si no puede atacar el peligro de vernos y hallar en nosotros el mismo vacío del que pretendemos huir.

Asumo entonces mi prepotencia orgullosa de creerme distinta, de mi diferencia del lugar que ocupo entre mis pares humanos: un lugar tímido, modesto, casi no llevo afán, no suelo viajar en grupos, no ocupo casi espacio, respeto el silencio propio y ajeno, entro y salgo del umbral del intervalo casi sin notarme; no tengo por el instante nada pendiente; podría morirme ya en el acto, me digo ya sentada en el avión, esto por supuesto, devela mi temor endémico a las alturas, y me obliga ocuparme de mí, de observar ( me) y observar (te), mientras siento mi “muerte cercana” e ingiero una dosis de mi tribu humana, más extrañada que alegre, más temerosa que entusiasta.

Me acompañan las palabras viajeras…

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: